En Chile, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte. Pero también son una de las más prevenibles.
En el mes de la hipertensión, vale la pena detenerse a mirar cómo las organizaciones están enfrentando un enemigo silencioso que no solo afecta la salud de sus colaboradores, sino también los resultados del negocio: las enfermedades crónicas no transmisibles, encabezadas por la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el colesterol elevado.
Un colaborador con una patología crónica mal controlada es más propenso a:
-ausentismo recurrente,
-accidentes laborales,
-hospitalizaciones evitables,
-y baja sostenida en el rendimiento.
El problema no es la enfermedad. Es la falta de control.
En la mayoría de las empresas, no existe un sistema para identificar, acompañar y educar a quienes ya tienen un diagnóstico crónico. A lo más, se realizan chequeos generales una vez al año —pero eso no es seguimiento.
Un programa de pacientes crónicos bien diseñado permite:
-Monitoreo periódico de signos vitales y exámenes claves (glucosa, presión, colesterol).
-Derivación oportuna a atención médica.
-Consejería nutricional y ajustes conductuales sostenidos.
-Medición de adherencia al tratamiento y progresión.
¿Por qué implementarlo ahora?
Post pandemia, muchas condiciones crónicas se agravaron por falta de controles.
Los datos lo confirman: cada peso invertido en prevención reduce varios más en licencias médicas, rotación y costos por siniestralidad.
La salud cardiovascular ya no es solo un tema clínico. Es una decisión de liderazgo.
Invertir en la continuidad del cuidado no es una acción asistencialista. Es una estrategia para tener equipos más sanos, más presentes y más comprometidos.
¿Estás midiendo la salud crónica de tu organización? Si no, es hora de empezar.